La Distancia a la Equalización: Un Enfoque Económico para Explicar la Brecha de Género en el Poder Económico

El concepto de igualdad en el ámbito de género presenta ciertas limitaciones cuando se trata de definir el objetivo real a alcanzar: que las mujeres ocupen, después de más de 20 siglos, el lugar que les corresponde en la toma de decisiones económicas, en función de su representación en la sociedad, su experiencia y su formación. En este sentido, el término «diversidad de género» tampoco captura de manera precisa el problema estructural subyacente.

Para abordar este desafío desde una perspectiva más neutra y con una base económica sólida, podemos recurrir a la teoría de la equalización, desarrollado por Paul Samuelson.

El concepto de distancia a la equalización proporciona un marco económico sólido para analizar la brecha de género en la toma de decisiones económicas. Al centrar el debate en la estructura del mercado laboral y las diferencias sistémicas en el desarrollo profesional, esta perspectiva permite entender la persistencia de la desigualdad no como una cuestión aislada o cultural, sino como un fenómeno económico medible y corregible.

Si lo que se mide se gestiona, entonces medir la distancia a la equalización y actuar sobre los factores que la perpetúan es clave para avanzar hacia un sistema más equitativo, donde el talento y la capacidad determinen el acceso a posiciones de liderazgo, sin interferencias estructurales.

La Equalización como Marco para Analizar la Brecha de Género

En términos económicos, Samuelson establece que el coste económico de un factor de producción en dos mercados diferentes tiende a igualarse si las condiciones en ambos mercados son equitativas. Sin embargo, cuando estas condiciones no son homogéneas, las diferencias persisten y se amplifican.

Si trasladamos este concepto al mercado laboral, observamos que el coste de producción de la fuerza de trabajo femenina tiende a ser inferior al de la masculina, debido a factores estructurales y condiciones diferenciadas en el reclutamiento, la promoción y el desarrollo profesional. Aunque muchas de estas diferencias pueden no ser siempre evidentes, la realidad muestra que existen dos mercados laborales distintos: uno predominantemente masculino y otro femenino, a la base también de la segregación vertical y horizontal.

De acuerdo con esta afirmación, podemos ver cómo el coste y el desarrollo de la mano de obra femenina como factor de producción siguen un comportamiento distinto al de la mano de obra masculina, operando como si fueran dos mercados diferenciados. En un sistema ideal, en el que las condiciones fueran iguales, ambos mercados deberían converger hacia un punto de equalización. Sin embargo, las diferencias estructurales actuales siguen impidiendo esta convergencia, perpetuando la brecha de género.

La Distancia a la Equalización del Poder Femenino

El hecho de que el coste y las circunstancias en las que se desarrollan las carreras profesionales de los hombres sean, en general, diferentes a las de las mujeres, genera condiciones de promoción y desarrollo profesional desiguales para las trabajadoras. Estas diferencias son la base de fenómenos como la brecha salarial, las dificultades de promoción y la existencia del techo de cristal.

Los indicadores muestran que las mujeres aún están a una distancia significativa de alcanzar la igualdad en el reparto del poder económico. Además, los datos internacionales reflejan que esta distancia no se corrige de forma natural, simplemente introduciendo la palabra meritocracia, sin cambios estructurales. Ello se demuestra a sensu contrario en las empresa que sí han llevado transformaciones culturales profundas, en las que realmente, los costes de producción se han asimilado, y las mujeres, evidentemente respondiendo a condiciones de selección meritocráticas están llegando a porcentaje del 50% de forma natural en cualquier nivel de las organizaciones. Organizaciones como Michelin, Bankinter o Línea directa, demuestran claramente la validez de esta teoría.

Aquí es donde cobra relevancia el concepto de distancia a la equalización:

  • Este concepto no solo funciona como sinónimo de la brecha de género o de los requerimientos para alcanzar la igualdad, sino que aporta un enfoque económico claro y medible.
  • La distancia a la equalización indica la existencia de condiciones no paritarias que, para converger, requieren ajustes específicos en las estructuras laborales y de poder, como son las mal llamadas medidas de acción positiva.

Por tanto, podemos hablar de la distancia a la equalización del poder femenino, que representa la brecha existente entre la situación actual y la distribución equitativa de mujeres en puestos de toma de decisiones económicas.

La Distancia a la Equalización y el Techo de Cristal

El conjunto de barreras que impiden la progresión de las mujeres en posiciones de liderazgo y decisión ha sido ampliamente estudiado en el ámbito de género bajo el concepto de techo de cristal. Este término hace referencia a obstáculos invisibles que frenan la carrera profesional de las mujeres, dificultando su acceso a roles de mayor responsabilidad.

Desde la perspectiva de la equalización, el techo de cristal puede entenderse como el principal factor que mantiene la distancia a la equalización del poder femenino. Mientras estas barreras persistan, las condiciones de los mercados laborales masculino y femenino seguirán siendo desiguales, y la convergencia entre ambos continuará siendo una meta inalcanzable sin intervenciones estructurales, haciendo que la meritocracia en las organizaciones sea un mito, que se utiliza para perpetuar las discriminaciones, la existencia de sesgos y las barreras estructurales en el ámbito corporativo.

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