El compromiso significa satisfacción, implicación, motivación, sentimiento de pertenencia o vinculación con algo (valores, metas) o con alguien (persona, grupo u organización).
En este sentido, el compromiso requiere reforzar los valores y el propósito de uno mismo. Es decir, la fuerza relativa de identificación y de involucramiento de un individuo con una organización o con unas metas o propósito. Sin propósito el compromiso no tiene sentido, requiere por tanto una motivación, una orientación clara respecto de las preferencias y elecciones (los citados valores o metas que normalmente nos motivan a seguir hacia delante en la vida o a elegir otro camino).
Pero el compromiso, está también íntimamente ligado con la idea del triunfo, por una sencilla razón, porque todos los triunfadores se comprometen. Que ¿por qué? Porque es imposible triunfar en relación con algo que se desconoce, y aun mas, que no se conoce a la perfección, o al menos con una importante maestría. Y todo conocimiento profundo, requiere compromiso. Dejadme ilustrar mi idea del compromiso a través de un cuento.
Había una vez un hombre mediocre sentado cabizbajo al borde de un camino, pensando sin tregua en todo lo que le iba mal en la vida. De repente alzó la vista, y vio una gran multitud alrededor de una carroza. El hombre mediocre intuyó en que debía tratarse del cortejo real dada la enorme aglomeración de gente, inusual en otras circunstancias en aquella época. Empezó entonces a pensar en cómo podría aprovechar la situación, dada la fama en el reino de la gran magnanimidad del rey con sus súbditos, y concluyó que podría pedirle limosna y vivir de ella el resto de sus días.
Ciertamente se trataba de la carroza del rey, quien habiendo conocido del infortunio del mendigo, había decidido ir a su encuentro. Efectivamente, la carroza se paró al lado del mendigo y el generoso rey, se dirigió hacia su desdichado súbdito. El rey sacó una bolsa de oro acercándosela al mendigo. Pero cuando estaba a punto de entregársela, miró a los ojos al mendigo y decidió guardar la bolsa, tendiéndole la mano en cambio, en señal de petición. El mendigo furioso, no daba crédito, se metió la mano en el bolsillo y buscó la moneda de menor valor de entre las que tenía, entregándosela a regañadientes, maldiciendo al rey y a su suerte.
Al llegar a su casa, el hombre mediocre sacó las monedas del bolsillo, descubriendo que la de menor valor, en lugar de ser de cobre, era de oro! El hombre mediocre no daba crédito y siguió lamentando su mala suerte, por no haber confiado en la generosidad del rey, y no haberle entregado todas sus monedas. Ahora se hubieran convertido todas en oro y efectivamente le hubieran permitido vivir el resto de sus días!
Si apuestas un céntimo por la vida, la vida te devuelve un céntimo. El que se compromete, conoce la abundancia que reside en el dar y apuesta lo mejor a la vida ¡y la vida le responde en consonancia! Por eso hoy estoy comprometida con el triunfo; hoy como el primer día del resto de mi vida!
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